jueves, 17 de diciembre de 2015

Está bueno (pero no tanto).

28 de mayo de 2011. El árbitro húngaro Viktor Kassai hace sonar su silbato y el público del mítico estadio Wembley vitorea al nuevo campeón de Europa. Pedro Rodríguez, Lionel Messi y David Villa fueron los autores de los tres tantos con los que el Fútbol Club Barcelona de España venció 3-1 al Manchester United inglés. No es un campeón más. El campeón es el Barcelona de Guardiola, el genio detrás de un equipo que maravilla a todo el planeta del fútbol. Sus futbolistas minimizaron al gigante británico con la misma naturalidad que ante equipos de menor valía. Es para admirarlos hasta el cansancio.
29 de mayo de 2011. Bahía Blanca. El local, Olimpo, acaba de perdonarle la vida a uno de los dos clubes más grandes de la Argentina. Un River timorato se llevó un empate a cero con sabor a poco. La angustia de los promedios se hace cada vez más insoportable. ¿Puede acaso un grande como River descender a segunda división? Hasta el último partido, aquel del 26 de junio, todo el país pensó que de alguna o de otra manera no iba a ocurrir. Pero ocurrió. Tragedia, caos, desolación.
Cuatro años y casi siete meses después, Barcelona y River protagonizarán la final del Mundial de Clubes. Los dos mejores equipos del mundo, aunque sea en este torneo, frente a frente. A ningún riverplatense le hubiera parecido creíble pensar en esto en aquellos días turbulentos del 2011. ¿Vieron que de vez en cuando aparece algún loquito a pronosticar cosas así? Al menos recuerdo que hace un par de años atrás, algún delirante nos advertía que Boca en este 2015 se iría al descenso, cosa que finalmente estuvo muy lejos de ocurrir. Esta actualidad de River parece mentira. De vez en cuando uno intenta pellizcarse para ver si está soñando, pero efectivamente no. Esto es real.
Este partido histórico me inspira de múltiples maneras. En este espacio trataré de abordar desde algunos aspectos que me tienen en vilo a horas del desarrollo del espectáculo deportivo.



La brecha.
Ya el año pasado, cuando San Lorenzo enfrentó a Real Madrid, pensaba en como han mutado las cosas. Hace muchos años que enfrentar a un equipo europeo tiene algo distinto, se siente como si fuera un privilegio. Con el tiempo, la brecha económica entre Sudamérica y Europa se fue haciendo más importante. Todo se vino abajo con la ley Bosman. Los europeos comenzaron a llevarse a nuestros futbolistas con mucha más decisión. Primero esperaban su natural desarrollo en el equipo de origen. No nos llevemos todavía a Fulanito, esperemos a que demuestre todo su potencial allá. Ahora ni eso. Cuanto antes, mejor. Que Fulanito empiece a adaptarse a la vida en Europa. Y es así como el futbolista, salvo excepciones, permanece en el banco de suplentes o es cedido mientras en el club de sus raíces lo extrañan a mares. Como si fuera poco, algunas potencias empiezan a llevarse futbolistas de Sudamérica o de otros países antes de su debut profesional. Sino que le pregunten a Barcelona, el mismísimo rival de River, víctima de una sanción de FIFA por irregularidades en traspasos de juveniles. La ambición de las instituciones europeas por ser las mejores, las más exitosas, las más ganadoras, no encuentra límites. Los perjudicados somos los que no solucionamos nuestros problemas sacando la billetera. Al contrario, en la Argentina los clubes, ahogados por las deudas, se refugian cada vez más y más en ventas al viejo continente. En ese escenario, mientras en Europa se forman equipos de primer nivel, mejores que cualquier Selección Nacional, con proyectos a largo plazo y la posibilidad de traer casi a cualquier refuerzo que se propongan, en Sudamérica los equipos intentan conseguir el éxito con lo que pueden, con una mezcla de chicos con veteranos, y con el conocimiento de que cualquier año positivo irremediablemente deriva en múltiples ventas y un recambio doloroso. Mientras en Europa protagonizan la Champions League siempre los mismos clubes (los más ricos), en Sudamérica es todo más igualado. Una brecha que se hace cada vez más intensa.



¿Cómo carajo se le gana?
Nadie tiene la respuesta. Algunos tienen la fortuna de lograrlo. Ese día se levantan todos con el pie derecho, hacen el partido de su vida y lo consiguen. Sorprende mucho más cuando se trata de un equipo humilde, sencillo, terrenal como casi todos los equipos del mundo. Pueden haber cien modos de encarar el partido, y en todas Barcelona seguramente se salga con las suyas. No es fácil. El adversario casi no tiene puntos débiles. Refugiarse en campo propio es arriesgarse a que los futbolistas rivales estén más cerca del área, en forma constante, conviviendo con el peligro. Salir a buscar el partido y dejar espacios atrás es la perdición, con mucha más evidencia ante un equipo como Barcelona que tiene a sus tres fenómenos de arriba como mayor virtud.
Desde agosto para acá, el juego de River convenció cada vez menos. En el partido ante Sanfrecce Hiroshima vimos un equipo con la intención de tener la pelota, pero demasiado previsible. En los primeros 45 minutos, la imprecisión y falta de ideas fue la peor combinación para un equipo que jugó con las líneas adelantadas. Los japoneses no convirtieron en alguno de sus varios contraataques porque Barovero se calzó el traje de héroe (una vez más). La poca coordinación defensiva, con un Álvarez Balanta en un nivel muy bajo, es uno de los problemas más notorios del River de Gallardo en estos tiempos. Entonces uno empieza a creer que la idea de buscar el partido ante este Barcelona es una tarea cuanto menos preocupante. En caso de optar por refugiarse y contragolpear, las dudas no dejan de estar presentes. River tuvo partidos y partidos, pero jamás cedió la iniciativa completamente. En caso de hacerlo ante Barcelona, deberá ser rápido para aprovechar las oportunidades donde consiga la pelota, buscando los huecos que deje el equipo culé en el fondo. Con futbolistas veloces, pero sobre todo precisos. Una precisión que en el encuentro ante Sanfrecce Hiroshima el equipo argentino no mostró.
¿Cómo carajo se le gana? Gallardo debe tener una respuesta en forma de creencia. En el fondo la respuesta no la tiene nadie. Este Barcelona no está al nivel de aquel que maravillaba al mundo como el de Guardiola, pero tiene arriba a tres futbolistas letales que pueden hacer añicos cualquier esbozo de esperanza. De todas maneras, la preocupación en lograr el funcionamiento perfecto del equipo debe ser una de las ocupaciones más cesudas de Gallardo en estas horas. Al rival lo conocemos todos. Es hora que ellos conozcan a River.



Goleadas, no.
En el fondo pienso que ni debería escribir sobre esto, pero me meto en el baile. Lo peor que puede ocurrir ante Barcelona es recibir una paliza de esas que duelen. No sorprendería a estas alturas. Los hinchas de los demás equipos se harían eco del traspié, aunque posiblemente cualquier otro equipo argentino sufra los mismos reveses ante tamaño rival. Esta preocupación de algún modo también está relacionado con el modo de plantear el encuentro. Buscar demasiado arriba sin tomar las mejores decisiones defensivas puede llevar a una goleada inevitable. ¿Qué se hace si River juega retrasado pero le convierten? Será obligación ir a buscar, y ahí viene otra vez el problema. ¿Es realmente digno perder por uno o dos goles pero no jugársela? San Lorenzo hizo un partido bastante pobre ante Real Madrid, siendo lo más sólido posible en defensa, pero demasiado atado a un juego defensivo que jamás le dio chances reales de adelantarse ante los españoles. Nadie quiere pensar en esta opción, la de ser goleados, pero puede ocurrir, y habrá que ser inteligentes para salir airosos. River es el campeón de América, y está donde está porque hizo las cosas bien. Cualquier resultado adverso es en los papeles más que lógico, y nadie debería chicanear al equipo de Gallardo por ello. Internamente, me sentiré más conforme si River intenta jugar de igual a igual ante Barcelona, aunque me duela demasiado sufrir un resultado abultado. De lo contrario, me sentiré con sabor a poco, y con la misma angustia por haber perdido, aunque sea por uno o dos goles como le pasó a San Lorenzo.



Barcelonismo.
Cierro con lo más personal de este texto. El fútbol europeo gravita tanto en la vida de los futboleros que somos muchos los que tenemos equipos favoritos en el viejo continente. En algún momento, sobre todo en los años de Guardiola, sentía una gran simpatía por Barcelona. En el último tiempo, por varias razones, me alejé un poco. Este equipo de Luis Enrique no me llama mucho la atención. Pero aún así, hay varios simpatizantes del conjunto culé en Argentina. Por supuesto que no está mal. Hace unas semanas en otra entrada escribía mi parecer ante aquello de simpatizar por equipos multimillonarios, que casi nunca pierden, por demás populares. No están entre mis favoritos. Respeto al que no lo ve así, aunque hay días como estos donde la tolerancia se me empieza a perder un poco. Desde aquel hincha de Boca que es barcelonista y está esperando agazapado el momento en que su querible equipo catalán haga lo que su equipo argentino no pudo hacer, hasta aquel hincha de River que también es barcelonista, y que cree que la final del Mundial de Clubes es un partido donde gane quien gane estará contento. No lo puedo entender, y eso que no soy fanático de River a locura. Impulsado por un odio que un poco me avergüenza, del "ellos son más", "ellos tienen todo para ganar", "ellos son los favoritos", "ellos se creen los mejores", me estimulo imaginando que el domingo es una guerra futbolística. Para mí son ellos contra nosotros. El rival a vencer. El enemigo. Esa manera de ver las cosas quizás me termine perjudicando, e incluso muchas cosas del Barcelona me caen de maravillas (mi admiración por Messi es infinita), pero en estas horas soy tozudo, y veo las cosas de esta manera. Entonces es por esto que aunque el partido con Barcelona está bueno, buenísimo, también pienso que no tanto. Nunca pensé que estas paradojas se hicieran realidad, pero se darán, y tendré que ser fuerte para tolerar a algún boquense camuflando su felicidad en colores azulgranas o a algún riverplatense atenuando su tristeza porque su equipo europeo es campeón del mundo. Ojalá que esto último sea sólo un elemento más de mi imaginación, y que River le gane la final a Barcelona. Ojalá.

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