lunes, 6 de octubre de 2014

Comentario personal acerca del Superclásico.

Al simpatizante de fútbol la lluvia le atrae, le simpatiza, valga la redundancia. Se le viene a la cabeza imágenes del pasado acerca de partidos con lluvia, epopeyas que quedan en el recuerdo por ese contexto épico que le brinda el clima inestable. Pero a veces, más allá de lo atractivo que pueda parecer, es muy perjudicial la lluvia. La prueba de eso la vimos ayer por la tarde, cuando River y Boca jugaron una nueva edición del Superclásico del fútbol argentino.
Apenas salieron los equipos a la cancha, uno pensó que era cuestión de minutos para que se suspendiera el compromiso. Tardé un minuto en despejar mis dudas acerca del estado de la cancha. No había parado de llover en todo el día. El fin de semana fue lluvioso, en realidad. Como era de esperar, el Monumental estaba bajo agua. La pelota no rodaba con facilidad, se estancaba en algunos sitios del campo de juego y era imposible jugar por abajo. Realmente pensé que el árbitro, Vigliano, lo iba a suspender más temprano que tarde. Un partido de esta magnitud no se puede jugar así, perjudica el juego de los equipos, incluso a los protagonistas, que tienen mucha competencia por delante. Pero para mi sorpresa, nunca se detuvo. El clásico se completó.
River tiene un estilo de juego muy definido. Con presión en ataque, tratando de tocar, abriendo la cancha con sus laterales, teniendo la posesión de la pelota. Ese estilo no lo pudo establecer contra Boca, porque la pelota no rodaba con simpleza. Tuvo que recurrir a pelotazos, recurso al que no está realmente acostumbrado. Boca todavía está en construcción con Arruabarrena, pero da la sensación de que es un equipo más luchador, trabajador, por lo que el estado del campo de juego, a pesar de que tampoco lo beneficiaba, no le impidió seguir con ese rendimiento de equipo molesto.
El partido se abrió con la pelota parada, clave en encuentros donde es difícil jugar por abajo. El tiro libre ejecutado por Carrizo encontró a Magallán en el área que tuvo tiempo para definir. River se distrajo y Boca lo aprovechó. Todavía no había un dueño en el partido, pero el xeneize fue preciso y golpeó en el momento exacto.

A River le costó acomodarse en el partido. Después del tanto de Magallán, comenzó a acercarse al arco de Orión. No era claro ni preciso, pero buscaba mediante centros encontrar la igualdad. Casi al final del primer tiempo apareció la jugada más polémica del partido, con el tiro libre que interceptó Gago. El árbitro entendió que el experimentado volante de Boca la tocó con la mano. A mí me había parecido a primera vista, aunque sentí que fue casual. En la repetición se vio claramente que ni siquiera con el brazo, Gago no tocó la pelota con la mano en ningún momento.
El millonario lo pudo empatar, pero Mora falló el penal. Para Boca el error arbitral no lo perjudicó en el resultado, pero sí en el trámite del encuentro, porque Gago se fue expulsado y tuvo que reorganizarse.
En el segundo tiempo River entró muy bien. Los primeros cinco minutos fueron intensos, con algo de presión como la que había mostrado en anteriores partidos. Parecía que iba a atosigar a Boca, pero no fue así. Lentamente el equipo de Gallardo se apagó, se fue quedando y Boca, con Meli, Calleri y Chávez corriendo una barbaridad, comenzó a acercarse al área de Barovero con más frecuencia.
Al final del partido escuché a algunos jugadores de Boca lamentarse porque lo pudieron ganar. La verdad es que no superaron a River con claridad, pero en aquellas corridas de Meli, Calleri y Chávez pudo encontrar algún espacio para liquidar el pleito. El 2-0 hubiese sido difícil de remontar.
Pezzella entró a la cancha para buscarlo por arriba. Y el empate de River llegó con un pelotazo de Funes Mori que Pezzella cabeceó, Orión no contuvo y el rebote lo fue a buscar el mismo Pezzella para empatar el compromiso. Más allá de que fue un partido flojo de River, sin demostrar el juego de anteriores partidos -difícil con la cancha en ese estado-, daba la sensación de que perderlo no hubiese sido justo.

Boca se sintió golpeado después del empate. Si River se animaba, lo podía ganar en el último suspiro. Sin embargo, Funes Mori perdió una pelota queriendo salir del fondo y en un acto de irresponsabilidad muy grande, cometió una fuerte falta que le valió la expulsión. River también se quedó con uno menos, por lo que Pezzella debió bajar a la defensa, su posición original, en vez de seguir buscando el tanto del triunfo por la vía aérea en campo rival.
Los últimos minutos fueron tensos, porque el millonario lo siguió buscando mediante centros. Boyé se perdió algunas ocasiones. El joven delantero riverplatense tiene capacidad, técnica, pero todavía le falta pulir la definición. Además, en una cancha en mal estado, se le hizo difícil. Es un jugador con un físico imponente, pero no es un nueve de área sino que tiene más riqueza técnica.
Boca estuvo algunos minutos en el área rival ganando varias faltas, acercándose así al triunfo agónico también en el final. Pero tampoco fue claro, por lo que terminó quedándose con el empate.
La conclusión es que ninguno de los dos se fue conforme. En River, la sensación es que en condiciones normales la cosa podría haber cambiado. Personalmente, no creo que River lo hubiese ganado con tanta comodidad como se dice, pero sí hubiese mostrado su estilo, jugando con más confianza, con herramientas que sabe utilizar. También lo podría haber perdido, claramente, pero en condiciones normales se entiende que el trámite habría cambiado. El empate de Pezzella salvó lo que parecía una derrota muy molesta, por el contexto, sin hinchas visitantes, en una tarde lluviosa, con un penal fallado, un hombre de más en gran parte del compromiso y un Boca que se estaba llevando el triunfo por una distracción en pelota parada. River lo intentó, protagonizó el juego en varias oportunidades, pero estuvo lejos de su mejor versión.
En Boca queda el fastidio porque hasta faltando diez minutos se estaba llevando el triunfo. De hecho, Arruabarrena había leído la situación con anterioridad al gol y mandó a la cancha a Claudio Pérez, defensor central, para recomponerse atrás ante el ingreso de Pezzella, pero el empate llegó antes de que pudiera ingresar a la cancha. El xeneize mostró actitud, carácter, fue un rival incómodo para el último campeón del fútbol argentino.
Fue apasionante, pero creo que el buen juego de ambos equipos quedó a un lado. Es una lástima, porque fue la primera vez en mucho tiempo que tanto River como Boca llegaron al clásico con un nivel de juego interesante, con características marcadas, ambos siendo protagonistas de sus encuentros. Nos quedamos con la tristeza de no haber visto más que pelotazos, lluvia, charcos, etc. La sensación final, tras haber visto tan poco fútbol, queda en palabras de Gallardo al final del encuentro, en diálogo con Tití Fernández: "Pero bueno, qué va a ser... Será la próxima".

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