viernes, 20 de noviembre de 2015

No me importa.



















Dentro de unas horas se jugará Real Madrid vs. Barcelona, y el título resume con crudeza mis sentimientos. Tengo razones para decir que el clásico español no me importa, aunque debo admitir que cuando se me cruzan ideas y pensamientos sobre algo, soy tozudo. Seguramente parecerá una exageración de mi parte, y reconozco que es posible que lo sea.
Por empezar, no hay sobre la faz de la Tierra un clásico con tanto poder mediático. Desde la época donde se lo vendía como equipos antagónicos, con Guardiola y Mourinho, Messi y CR7 frente a frente, este partido paraliza al mundo entero. Millones de personas son simpatizantes de Barcelona y Real Madrid, a pesar de estar a kilómetros de distancia de España. Por un tiempo fui parte de esa bola de espectadores que consume con devoción el clásico, pero eso cambió. En el partido de la Liga anterior, cuando Barcelona venció 2-1 a Real Madrid con un tanto de Luis Suárez, me di cuenta de como en Argentina estaban casi todos pendientes de este partido casi tanto como de un clásico nacional. Nadie se lo quiere perder, y es tema en redes sociales durante horas. Me llamó la atención. En ese mismo momento se estaban jugando partidos del torneo local, y por supuesto que nadie los estaba mirado. Yo tampoco.

















No me subo al tren del patriotismo extremo. Para mí no está mal que alguien prefiera mirar fútbol europeo, o extranjero en general, antes que un partido en Argentina. Me parece, de hecho, que el amante del fútbol mira más allá de su equipo de los amores; para mí un amante del fútbol tiene que tener un conocimiento más o menos globalizado de la práctica del deporte más popular, porque sino sería más bien un ser apasionado por su equipo y no mucho más. Sin embargo, el fútbol extranjero no es solamente este tipo de partidos, repleto de astros. Simpatizar por equipos foráneos es bueno, pero inclinarse hacia donde las luces iluminan más alto me parece sencillo, común, demasiado común, aburrido. Estamos hablando de clubes con billeteras exorbitantes, de esos que salen campeones en sus ligas sacando diferencias abismales con el resto. Pienso que este clásico no debería llamar tanto la atención como sí otros duelos en el fútbol europeo, con equipos que despliegan buen juego, espectaculares aunque no sean ni los más populares ni los más ricos.
Ese último punto me lleva a otra de las razones por las que esta nueva edición del derby español no me importa. Ni Real Madrid, con la conducción de Rafa Benítez, ni Barcelona, con Luis Enrique, son equipos que llenen los ojos del espectador. Como mencioné en el anterior párrafo, hay equipos que personalmente valoro más, como Celta o Rayo Vallecano, cuadros chicos con ambiciones grandes, ofensivos, atractivos. Salvo por sus individualidades, los protagonistas del clásico no fascinan por su juego. Real Madrid está buscando un funcionamiento con piezas nuevas y sobre todo con un técnico como Benítez que parece no encajar en un club tan exigente. Barcelona ganó todo lo que ganó porque contó con tres futbolistas de primer nivel mundial, pero no pasó de eso. No le quita valor a los títulos lo que estoy mencionando, pero es necesario recalcarlo porque personalmente no sentí demasiada empatía con el conjunto catalán la pasada temporada.

















Para finalizar, una de las razones más difíciles de explicar es que este clásico no me importa por Messi. Tamaña locura la que estoy diciendo, ¿no? El período de recuperación del futbolista argentino no tenía porqué acelerarse, y desconozco asuntos físicos y médicos en profundidad como para opinar al respecto. Pero no puedo menos que ofuscarme al ver que Lionel puede volver de su lesión en uno de los partidos más importantes de la temporada para Barcelona, y no hace unos días, cuando la Selección disputó encuentros complejos. Messi es el incentivo de cada día para los que amamos el fútbol, porque cuando uno se sienta a ver un partido de él, sabe que cuando la pelota le llega algo mágico puede ocurrir. Esta vez me alegraré por su regreso, aunque en el fondo me sienta con rabia, porque hubiese preferido verlo volver antes. Reitero, seguramente era imposible en términos médicos tenerlo para esas fechas al astro rosarino, pero también pienso que en los últimos días se apuró su recuperación para poder contar con él en este clásico.
Gran partido nos espera dentro de unas horas. Podrá ser entretenido, dinámico, emotivo, o podrá ser un bodrio, una pérdida de tiempo, una decepción. Yo no se los podré contar, porque quizás ni siquiera me siente a verlo. Sencillamente no me importa.

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